viernes, 13 de agosto de 2010

El Martirio de Kaliid Conclusión.

Elian liberó lo que alguna vez fueron las manos de Kaliid del aplastapulgares y se deleitó contemplando su obra terminada: no abría conjuro que aliviara tales heridas; los dedos que hasta hace poco realizaban increíbles prodigios de habilidad ahora sólo eran unos apéndices desfigurados entre los que músculo, nervios y huesos formaban un amasijo indescifrable. Kaliid sabía que no tenía puños que cerrar con los cuales atacar a sus inquisidores; pero tampoco le quedaban fuerzas con las cuales dar un codazo. Sin que opusiera mayor resistencia le amarraron los brazos al torso y lo elevaron, dejándolo totalmente inmóvil en medio de la sala y con su vista frente a la puerta por donde entró.

Dos orcos traían sostenida por cada brazo a Farah; Kaliid sabía que es lo que planeaban, pero nada podría hacer por ella en su estado. Los inquisidores ordenaron a los ogros que ataran a Farah a un poste, mientras cruzaban la sala. La visión de Kaliid empeoraba a cada minuto, aunque alcanzó a ver que Farah no se encontraba en una buena condición, su semblante era malo; la deshidratación secó su piel y su expresión transmitía tristeza y desesperación.

-Elian: Ahora que la vida de tu amiga está de por medio te haremos hablar.
-Farah: ¡No les digas nada!

Apenas terminó de decir la última sílaba de esa frase, el viento es cortado por un sonido que Farah reconoce, al mismo tiempo que una ráfaga de dolor la invade.

-Zarduk: (tras dar el primer latigazo) ¡Calla! Nadie te ha dicho que puedas hablar.

-Elian: ¿Y bien? ¿Vas a confesar? ¡No tenemos toda la noche!
-Kaliid: Vet... al.…dm niooooo
-Elian: (dirigiéndose a Farah)¡Vaya, ya escuchaste a tu “amigo”; no quiere decirnos nada. Zarduk ¡Azótala más fuerte!
-Zarduk: Será un placer.

Zarduk continua azotando a Farah con precisión mecánica. La túnica que cubría la espalda de Farah termina echa jirones después de unos cuantos azotes, exponiendo directamente su piel al incesante castigo. "Maldito, está desquitándose con ella del escupitajo que le lancé", pensó Kaliid y antes de que perdiera la cuenta de cuantos azotes recibía Farah Elian le ordena a Zarduk que se detenga.


-Zarduk: Gracias ya se me comenzaba a cansar el brazo.
-Elian: ¿Comprendes que hablamos en serio?¿ahora si cooperaras?
-Kaliid: Sólo con una condición…
-Elian; ¡Tú no nos pones condiciones! ¡Venga acá ese látigo, quiero darle algunos antes de que se desmaye!
-Zarduk: Es toda tuya.

Kaliid levanta la mirada y por un instante su visión se aclara y alcanza a cruzar la mirada con Farah; ella parece recriminarle con la vista el predicamento en el que se encuentra; Kaliid no puede evitar pensar por un segundo “Como si yo estuviera en un lecho de rosas”. Los zotes continúan un poco más, 19, 20, 21 alcanza a contar Kaliid, cuando Farah explota en llanto y Elian se detiene.

-Elian: Mira como tu amiga se quiebra ante el látigo ¿ni siquiera eso te mueve a confesar? Vamos, te preguntaré algo fácil: ¿Quién de ustedes mató a mi maestro?
-Kalid: (riendo) Eso es algo que sí te puedo contestar. Fui yo.
-Elian: ¿Y te atreves a jactarte de ello, maldito? (alzando el látigo) ¡Será la carne de tu amiga quien pague tu soberbia!

Al ver esto Kaliid recapacita, y se rinde por fin…

"Alto, deténganse por favor, basta…."; dice Kaliid

-Elian: (bajando el látigo) Vaya ¿Ahora sí quieres cooperar? Y yo que gustoso continuaría con los azotes.
-Farha: (baluceando) No… no ls dighçdss…
-Kaliid: ¿Qué es lo que quieren saber?
-Elian: Descríbenos con quienes viajabas.

Haciendo un supremo esfuerzo mental Kaliid poco a poco comienza a describir lo que recuerda de cada uno de sus compañeros de aventura, los detalles se le escapan y a veces mezcla las características de todos, pero eso no parece ser lo que interesa a quien lo interroga…

-Kalid: Eso es todo lo que recuerdo, ahora deben de estar casi por llegar a…
-Elian: (interrumpiendo a Kaliid) No necesito saber más, ya veo que después de todo, mi hermano sí viene con ustedes. Soldados, lleven a esta peste (dirigiéndose a Farah) con los otros prisioneros, todavía puede servirnos en la mina. Y a ti, te daremos un premio por todo lo que nos haz ayudado.
-Zarduk: (con tono burlón) Ya tengo listo el “cofre del tesoro”.

E
lian y Zarduk desatan a Kaliid, quien cae en seco al piso, arrastrándolo por los brazos lo llevan frente a un sarcófago: la Dama de Hierro. Kaliid conoce ese instrumento, varias veces ha escuchado sobre él y en parte se alegra de saber que pronto encontrará una salida a su martirio; sólo con dar un certero cabezazo en una de las púas todo terminará de una buena vez. Sus captores, abren la Dama de Hierro y clavan la espalda de Kaliid contra los picos. Muchos de estos están desgastados y doblados y Kaliid se decepciona de ver que son menos largos y agudos de lo que el se imaginaba. La puerta del sarcófago se cierra de inmediato, sin darle tiempo para moverse; una de las púas se clava en su ojo; las demás aunque apenas penetran en su carne son suficientes para mantenerlo inmóvil. Ya no hay luz alguna en donde está y repentinamente, por sobre su cabeza escucha abrirse una escotilla…. la voz de Elian, que lo ha torturado por horas suena inconfundible: “vamos, es momento de derramar el ácido”. Apenas unos segundos después (que parecen una eternidad para Kaliid) un chorro de ácido se derrama directamente sobre su cabeza.

El ácido -que según sus captores seria un último tormento- resulta un bálsamo milagroso: al disolver sus músculos se lleva consigo las heridas y al disolver sus nervios lo liberan del dolor que lo paralizaba. Kaliid cierra su ojo por última vez mientras se pregunta si hay un cielo para los personajes de Advanced Dungeons & Dragons 2ª Edición™.

Al abrir el cofre, Zarduk se sorprende al ver que el ácido estaba tan concentrado que de su última víctima, no quedaron ni los huesos.


PS:Con esto concluyo la crónica del martirio de Kaliid, como bien me lo hicieron notar (gracias Paty, Uriel y Óscar) hay varias cosas que omití al escribir esta narración. Lamentablemente, con mi mala memoria y a casi una semana de que tuvimos la mesa, me sería imposible escribir un recuento ad verbatim de lo que ocurrió en la sesión; por lo que apelo a cierta tolerancia a las licencias que tomé. ^_^;

Con esta revisión concluyo y -obviamente- los comentarios quedan abiertos para todos los que quieran añadir algunos de los detalles que dejé a un lado al escribir esto.

El Martirio de Kalid 2ª Parte

- Elian: ¿Quién diría que resistiría la silla?
-Zarduk: Lo soltaste muy pronto, por eso no habló.
-Elian: Esta vez yo elijo, no quiero imaginarme que usaran con nosotros si no le sacamos esta información. Vamos a usar el aplastacabezas.
-Zarduk: ¿El aplasta cabezas dices? Insensato, favor le haríamos usándolo, con sólo unos giros le romperíamos la quijada y ya no tendía como hablar… mejor usemos una variante, vamos a valernos del aplastapulgares…. los dedos son muy sensibles y raro es al que no le duela perderlos.
-Elian: El aplastapulgares será, pero aun así yo lo interrogaré.

Una cubetada de un líquido inmundo hace recobrar los sentidos a Kaliid, ahora está sentado frente a una mesa: sus pies siguen atados; pero aun queriendo no puede moverlos, el dolor en su cintura es demasiado y el sólo estar en esa postura es una tortura en si. Al intentar mover sus manos nota que ambas están atrapadas en piezas de metal fijadas en la mesa. Cada uno de sus dedos es presionado por placas que están sujetas a una serie de tornillos. En el fondo reconoce a quien sostenía sus pies, y frente a él, sentado al otro lado de la mesa se encuentra alguien más, que a pesar de la fatiga que lo aqueja no tarda en deducir que era quien manejaba la cuerda que lo sostenía.

La figura frente a el, al notar que está despierto lo mira fijamente, sin darle oportunidad de hablar; comienza a dar vueltas furiosamente uno de los tornillos; el que se encarga de presionar las placas de su meñique izquierdo. Kaliid gruñe de dolor al sentir como se rompen su falange, pero esto no parece perturbar a la figura frente a él, la cual se detiene solo cuando el dedo está convertido en pulpa.

-Elian: Mismas preguntas, puedes comenzar a hablar…

Kaliid baja la cabeza, las fuerzas lo abandonan; la idea de escapar por si mismo pareciera imposible ahora, pero aun mantiene la esperanza de que su grupo lo rescatará.

-Elian: Eres necio y no tengo todo el tiempo para hacerlo dedo por dedo…

“Esto será por simetría”, dijo Elian mientras machacaba el meñique izquierdo de Salid “Y esto para continuar en donde nos quedamos” mientras machacaba su anular derecho…
Kaliid resistió estoicamente, recordando todas las batallas de las que salió airoso.

-Elian: ¡CARAJO! ¡MIL DIABLOS! ¿Qué esperas para hablar? ¿Porqué proteges tanto a un grupo que te abandonó?
-Kaliid: (susurrando) “Yo no sé nada….”
-Elian: Si así lo deseas, seguiré.

Mientras otro más de sus dedos se hacía papilla, Kaliid no podía evitar notar como la figura del fondo se desternillaba de la risa. Repentinamente, entre las ráfagas de dolor Kaliid idea un plan; algo con lo que tomar por sorpresa a sus captores.

-Kaliid: Espera….
-Elian: ¿Te rindes ya? ¿Hablaras?
-Kaliid: Ncotig… cof cof
-Elian:¿QUÉ DICES?
-Kaliid: El otro…. cn el ortro…
-Elian:¿QUÉ? ¡No eres tú quien manda aquí!
-Zarduk: Venga, quítate de en medio, déjame hablar con el.

De muy mala gana, Elian le sede su lugar a Zarduk.

-Zarduk: Déjate de rodeos y habla por un maldita vez.
-Kaliid: (murmulla).
-Zarduk: Habla maldita sea, habla ya.
-Kaliid: Acércate… no puedo hablr frte,,,
-Zarduk: muy bien, claro. Sólo necesitas decirme lo que queremos, no hac falta que lo grites.

Poco a poco, la cara del inquisidor se acercó al rostro de Kaliid, por la deshidratación y la pérdida de sangre los detalles se hacían borrosos, pero si plan marchaba tal como lo había imaginado. A un par de pulgadas de su cara; Kaliid plantó un certero escupitajo, compuesto más de sangre que de saliva justo en medio de la cara de Zarduk.

-Zarduk: ¡¡¡TE MATARÉ MALNACIDO, JUSTO EN ESTE MOMENTO, JUSTO AHORA!!!

Mientras Zarduk desenvaina una daga, Kaliid no puede reprimir una sonrisa de satisfacción; fue él y nadie más que él quien detuvo el interrogatorio; en el último minuto fue el dueño de su vida. Kaliid levanta la cabeza mientras se despide de este mundo….

Elian -que no estaba lejos de la mesa- reacciona de inmediato; con un empujón aparta a Zarduk; mientras una sensación de angustia y desesperanza borra la sonrisa del rostro de Kaliid.

-Elian:¡Es justo lo que quiere! Si lo matas ahora, nos perderíamos de la mejor parte.
-Zarduk: (forcejeando aun) El maldito me escupió, haré que recuerde esto; lo quebraré a como de lugar, nunca volverá a ser el mismo! ¡Lo juro!
-Elian: Claro que si, sólo toma algo de aire, mientras yo seguiré con el aplastapulgares…

Las preguntas se repetían una y otra vez e invariablemente se encontraban con el silencio de Kaliid, uno a uno, los que fueran los dedos de un hábil ladrón se transformaban en colguijes inútiles e irreconocibles. Con el tronido de cada falange y falangeta, Kaliid recordaba cada uno de esos cofres que le revelaron sus tesoros y cada uno de esas cerraduras que no pudieron detener sus ambiciones.

-Elian: Debe haber algo malo con este tipo, ya machaqué hasta su último dedo y no quiere hablar. Si sigue así voy a pensar que lo disfruta.
-Zarduk: Ya he visto esto antes; es el típico nihilista al que no le importa que hagamos con el; con este hay que recurrir a otros métodos; venga, dile a los orcos que traigan a la chica.
-Elian: Perfecto, veamos si es tan valiente cuando vea sufrir a alguien que le importa.

El Martirio de Kalid 1ª Parte

En unas oscuras mazmorras, las antorchas en la pared consumen el aire viciado, apenas disimulando el olor a humedad y podredumbre. El leve sonido de los roedores que consumen las vigas, es interrumpido frecuentemente por largos gritos de agonía, que al cabo de unas horas son acallados por siempre, para ser sustituidos por los de una nueva víctima. En una de las salas de interrogatorio de este infierno dos figuras siniestras, discuten sobre los instrumentos que usaran para el martirio del próximo condenado.


-Elian: Está por llegar, voy a preparar el potro.

-Zarduk: ¿El potro dices? El grupo de ese tipo derrotó a Namzeru, están furiosos con ellos; no tenemos tiempo que perder.

-Elian: ¿Con que comenzamos, entonces?


En ese momento, ambos miran a un rincón de la cámara y después de cruzar miradas preparan el instrumento de su elección: la silla de judas.


Los orcos traen a Kaliid aun desmayado, muy debilitado para poder reaccionar mientras es acomodado en el dispositivo. Sus manos son atadas a una cuerda, que al elevarse penderá justo arriba del instrumento de su martirio. Conforme lo levantan un súbito dolor lo despierta; sus brazos se acalambran al tener que soportar el peso de su cuerpo… lamentablemente, eso es sólo el principio de un interrogatorio interminable.


-Elian: Veo que despertaste, a buena hora lo haces.

-Zarduk: No tiene el caso que juegues a hacerte el duro, muchacho, todos confiesan con la silla; habla pronto y te ahorraras un mundo de dolor.


Kaliid sólo responde con una mueca sardónica: él sabe que no tienen prisa en matarlo y confía en que podrá encontrar una forma de escapar. Mientras sus inquisidores lo hostigan con preguntas, él observa cautelosamente las cuerdas que lo retienen: una correa de cuero a la altura de su torax sujeta sus brazos y sus manos están atadas entre si en su espalda. El nudo es perfecto y muy ajustado y la soga es tan gruesa que se siente como si fuera una cadena de hierro. Las navajas que otrora lo pudieron librar fácilmente de esta situación fue lo primero que sus captores le arrebataron. Horrorizado, se percata de que está descalzo y sus pies también están atados. Bien puede olvidarse de ese juego extra que guardaba en sus botas para casos desesperados.


-Elian: (con una carcajada impúdica) ¡Insolente! ¿Crees que puedes escapar? ¿Crees que vendrán a salvarte?

-Zarduk: Escucha bien lo que te aconsejó mi compañero, mucho abreviarías tu propio dolor si hablaras ahora.


Kaliid no se molesta en contestar, a pesar de lo desesperado de su situación, toma un momento más para idear un escape. Sin embargo, sus elaborados planes son interrumpidos por una ráfaga de dolor cuando la cuerda que lo sostenía lo baja un poco y comienza a sentir la presión de la silla contra de sí.


-Elian: Mira bien lo que ocurre; lo mejor de la silla de judas es que el peso de su propia soberbia es la que castiga al condenado. Nosotros sólo le tendemos una cuerda, pero si su necedad es tal que se niegan a cooperar, es el peso de su propio orgullo el que los tortura.

-Zarduk: Increíble, magnifico.

-Elian: ¿Ya estás listo para hablar? Dinos ¿Quiénes los envían? ¿Cuál es su propósito? ¿Vas a hablar?


NOOOOOOOOOO” contesta Kaliid.


Los interrogadores cruzan miradas, Elian pide con una seña autorización para bajar un poco más al prisionero, a lo que Zarduk asiente. Una ráfaga de dolor invade a Kaliid. No puede evitar dar un grito cuando siente como se desgarran sus entrañas, pero todavía esta consiente y su voluntad no lo abandona.


-Zarduk: Vaya, tenemos a un duro aquí; me encanta cuando se resisten ¡Vamos, déjalo caer, no tenemos tiempo que perder!

-Elian: Por favor ¡habla! Con sólo unas palabras te salvaras a ti mismo de esta penuria, no sabes lo que te espera cuando suelte la cuerda….


Kaliid hace acopio de su fuerza de voluntad y a pesar del horror que le depara, resiste.


-Zarduk: Dinos ¿Quiénes los envían y a donde se dirigen? ¿Vas a contestar?


JAMAS”, replica Kaliid.


-Zarduk: ¡Déjalo caer!


Kaliid siente como todo su peso lo empuja contra la silla de judas, un estruendoso ¡CRACK! le indica que su cadera fue afectada por el impacto... y después, no hay más dolor, la conciencia lo abandona.


PD:Esta es la primera vez que adapto a prosa una partida de D&D; me tomé algunas libertades (por ejemplo inventándole nombres a los NPC's) espero que sea de su agrado y corrijan los detalles que yo omita.