viernes, 13 de agosto de 2010

El Martirio de Kalid 1ª Parte

En unas oscuras mazmorras, las antorchas en la pared consumen el aire viciado, apenas disimulando el olor a humedad y podredumbre. El leve sonido de los roedores que consumen las vigas, es interrumpido frecuentemente por largos gritos de agonía, que al cabo de unas horas son acallados por siempre, para ser sustituidos por los de una nueva víctima. En una de las salas de interrogatorio de este infierno dos figuras siniestras, discuten sobre los instrumentos que usaran para el martirio del próximo condenado.


-Elian: Está por llegar, voy a preparar el potro.

-Zarduk: ¿El potro dices? El grupo de ese tipo derrotó a Namzeru, están furiosos con ellos; no tenemos tiempo que perder.

-Elian: ¿Con que comenzamos, entonces?


En ese momento, ambos miran a un rincón de la cámara y después de cruzar miradas preparan el instrumento de su elección: la silla de judas.


Los orcos traen a Kaliid aun desmayado, muy debilitado para poder reaccionar mientras es acomodado en el dispositivo. Sus manos son atadas a una cuerda, que al elevarse penderá justo arriba del instrumento de su martirio. Conforme lo levantan un súbito dolor lo despierta; sus brazos se acalambran al tener que soportar el peso de su cuerpo… lamentablemente, eso es sólo el principio de un interrogatorio interminable.


-Elian: Veo que despertaste, a buena hora lo haces.

-Zarduk: No tiene el caso que juegues a hacerte el duro, muchacho, todos confiesan con la silla; habla pronto y te ahorraras un mundo de dolor.


Kaliid sólo responde con una mueca sardónica: él sabe que no tienen prisa en matarlo y confía en que podrá encontrar una forma de escapar. Mientras sus inquisidores lo hostigan con preguntas, él observa cautelosamente las cuerdas que lo retienen: una correa de cuero a la altura de su torax sujeta sus brazos y sus manos están atadas entre si en su espalda. El nudo es perfecto y muy ajustado y la soga es tan gruesa que se siente como si fuera una cadena de hierro. Las navajas que otrora lo pudieron librar fácilmente de esta situación fue lo primero que sus captores le arrebataron. Horrorizado, se percata de que está descalzo y sus pies también están atados. Bien puede olvidarse de ese juego extra que guardaba en sus botas para casos desesperados.


-Elian: (con una carcajada impúdica) ¡Insolente! ¿Crees que puedes escapar? ¿Crees que vendrán a salvarte?

-Zarduk: Escucha bien lo que te aconsejó mi compañero, mucho abreviarías tu propio dolor si hablaras ahora.


Kaliid no se molesta en contestar, a pesar de lo desesperado de su situación, toma un momento más para idear un escape. Sin embargo, sus elaborados planes son interrumpidos por una ráfaga de dolor cuando la cuerda que lo sostenía lo baja un poco y comienza a sentir la presión de la silla contra de sí.


-Elian: Mira bien lo que ocurre; lo mejor de la silla de judas es que el peso de su propia soberbia es la que castiga al condenado. Nosotros sólo le tendemos una cuerda, pero si su necedad es tal que se niegan a cooperar, es el peso de su propio orgullo el que los tortura.

-Zarduk: Increíble, magnifico.

-Elian: ¿Ya estás listo para hablar? Dinos ¿Quiénes los envían? ¿Cuál es su propósito? ¿Vas a hablar?


NOOOOOOOOOO” contesta Kaliid.


Los interrogadores cruzan miradas, Elian pide con una seña autorización para bajar un poco más al prisionero, a lo que Zarduk asiente. Una ráfaga de dolor invade a Kaliid. No puede evitar dar un grito cuando siente como se desgarran sus entrañas, pero todavía esta consiente y su voluntad no lo abandona.


-Zarduk: Vaya, tenemos a un duro aquí; me encanta cuando se resisten ¡Vamos, déjalo caer, no tenemos tiempo que perder!

-Elian: Por favor ¡habla! Con sólo unas palabras te salvaras a ti mismo de esta penuria, no sabes lo que te espera cuando suelte la cuerda….


Kaliid hace acopio de su fuerza de voluntad y a pesar del horror que le depara, resiste.


-Zarduk: Dinos ¿Quiénes los envían y a donde se dirigen? ¿Vas a contestar?


JAMAS”, replica Kaliid.


-Zarduk: ¡Déjalo caer!


Kaliid siente como todo su peso lo empuja contra la silla de judas, un estruendoso ¡CRACK! le indica que su cadera fue afectada por el impacto... y después, no hay más dolor, la conciencia lo abandona.


PD:Esta es la primera vez que adapto a prosa una partida de D&D; me tomé algunas libertades (por ejemplo inventándole nombres a los NPC's) espero que sea de su agrado y corrijan los detalles que yo omita.

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